Cuatro celulares y una notebook
Oscar Wilde es infalible: "Para escribir hacen faltas dos cosas: tener algo que decir, y decirlo".
La cuarentena impidió la segunda función de Desafinados, cuyo estreno más que satisfactorio el 7 de marzo de este año, preanunciaba que los dos meses comprometidos para su representación pintaban bien.
Encuarentenado en casa, tras las primeras semanas de incertidumbre, surgió la pulsión que me define: contar historias.
Lo llamé a mi amigo Alejandro Molinari, quien estaba en Mar del Plata honrando su condición de hijo en esos días en los que mantener la cordura era un desafío bravo.
-Tenemos que hacer algo, me huele que esto va para largo, le dije.
-¿Qué tenés pensado?
Le conté.
-Empezá a escribir, yo me encargo de la parte técnica, me respondió.
Iceberg estaba en mi mente desde hacía varios días, al igual que la manera de hacerla.
Causalmente, di con una convocatoria para el Concurso Nacional de Actividades Performáticas en Entornos Virtuales del Instituto Nacional del Teatro.
En tiempo récord armé el proyecto, lo envié y estuvo entre los ganadores.
En el medio, mientras escribía el guión y esperaba el dictamen del jurado, después de tres semanas de ensayos por Skype, una actriz -que venía de estar inactiva un buen tiempo- se bajó del proyecto.
Lo que sucede, conviene. Reformulé el conflicto dramático, cambié el parentesco de los personajes y la obra empezó a fluir mejor que antes.
Mientras los puristas comenzaban a discutir sus habituales banalidades, Marisa Garrigó, Ana Calderón, Alejandro y yo (que además me reservé un papel como actor) empezamos a ensayar por Zoom y WhatsApp, aplicaciones que -aparentemente- poco y nada tenían que ver con el teatro.
En divertidas y profundas reuniones virtuales viviseccionamos a los personajes, escuché las sugerencias de Marisa y Ana, que enriquecieron mucho sus roles, y de paso les pedí que me explicaran cómo percibían a Alejo, mi personaje. Porque, como suelo decir, el peor lector de una obra es su autor.
Luego de ensayar quedaba como única posibilidad autograbarnos y entrar en el juego que proponía una trama escrita ad hoc para esta variante expresiva.
Alejandro hizo una maravillosa tarea de edición, y tuve el extraordinario regalo de Juan Pablo Grossi, joven trovador temperlino, con dos hermosos discos grabados: su bellísima canción Tiempo para ser iluminó un momento vital de la obra.
El 29 de agosto a las 20 horas por mi perfil de Facebook, Iceberg tuvo el mejor estreno que se podía esperar.
Un público diverso y ecléctico, de diferentes edades y profesiones, habitués del teatro o no, le otorgó un marco impensado a una obra que, premeditadamente, sólo se promocionó por redes sociales (obviamente no podíamos pagar una campaña de prensa), sin aludir jamás a la temática argumental y omitiendo la inclusión de la canción de Juan que, por sí misma, traccionaría con su belleza.
Un desafío de principio a fin, a fondo, sin medias tintas.
Con enorme dignidad y orgullo, un grupo de artistas honró su profesión con una entrega conmovedora.
La historia se contó, superó las expectativas más optimistas, y quedaron los testimonios del público en las redes sociales y en mi canal de YouTube, donde está alojada la obra.
Hicimos lo que pudimos con lo que teníamos. No me pidan que lo defina porque es lo de menos. Lo trascendental es el genuino orgullo que me produce haber compartido una experiencia tan poderosa y disruptiva con tanta gente que nos agradeció más que generosamente esta alocada aventura.
Sepan que Iceberg -cuyo link para verla gratis ilustra este artículo- fue realizada con cuatro celulares y una notebook. Con una actriz en su departamento en el microcentro en Ciudad Autónoma de Buenos Aires, otra en Remedios de Escalada, el diseñador de luces, operador técnico y editor en Mar del Plata, y el actor/autor/director en Lomas de Zamora.
Es la primera obra en la que me reconozco plenamente desde su inicio, desarrollo, estreno y etapas posteriores. La más personal, hecha a contracorriente y muy lejos de mi supuesta zona de confort: la comedia.
Con cuatro celulares y una notebook.
Posta.